Cada año en la primera semana de pascua los hermanos en formación de la región de México nos reunimos para meditar algún texto de la Iglesia o de la congregación. Más que un retiro, es un encuentro fraterno para convivir, reflexionar y compartir un momento fuera de nuestras actividades cotidianas.
Este año, el encuentro tuvo lugar en la casa de retiros San José, de las Hermanas Oblatas de Jesús sacerdote, del martes a viernes de pascua.
En esta ocasión, decidimos meditar la carta del padre general Benoît Grière sobre el advenimiento del Reino de Dios. Estamos llamados a ser testigos del Reino de Dios ante la sociedad inquieta, ante aquel que está en busca de sentido. Quiero destacar tres puntos importantes para el advenimiento del reino: vida interior, vida de votos y unidad.
La vida interior nos abre a la experiencia de unión con Dios a través de la oración. El reino en nosotros es la íntima comunicación con Dios, esta relación no solo depende de nosotros, sino también de la iluminación que podamos recibir de Dios. La oración es la base de nuestro encuentro. Por ello, no es posible extender el reino de Dios al rededor nuestro si no trabajamos al mismo tiempo por el reino en nosotros. Esta es nuestra faceta contemplativa. Como asuncionistas debemos esforzarnos por dejar que Dios reine en nuestro ser.
La vida de votos es la manifestación del reino de Dios entre nosotros. Los votos son una manera de dirigir nuestra voluntad y todas nuestras facultades a la extensión del reino de Dios. Esto implica el crecimiento y la madurez. El compromiso que hacemos libremente a través de los votos se debe hacer con convicción para trabajar por el reino. De manera concreta, el reino de Dios a través de los votos se ve reflejado en el servicio al hermano, la docilidad y el trabajo apostólico dentro de nuestras comunidades.
El reino de Dios es unidad. La dimensión unitaria se encuentra en las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; al mismo tiempo se une a los votos que profesamos: pobreza, castidad y obediencia. No solo en este ambiente se reconoce la unidad, sino también en todo lo demás que implica nuestro ser cristiano y asuncionista. Por ejemplo, la unidad de la Iglesia, la unidad de todas las dimensiones humanas, la unidad en la comunidad, etc.
Al final de nuestro encuentro nos comprometemos a seguir creciendo como hermanos, a apoyarnos y a ser constantes en la observación de nuestro ser religioso a través de la oración, la eucaristía y la re-lectura de la regla de vida. Al mismo tiempo nos hicimos conscientes de que el reino de Dios se va construyendo poco a poco durante toda la vida.
Rafael Huerta Ramos, a.a.
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