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Foto del escritorSébastien Bangandu

El noviciado, una experiencia transformadora


Muchas veces queremos que Dios responda a nuestras preguntas como si habláramos con alguien que conocemos, pero en realidad la voluntad de Dios se va revelando a través de las personas y situaciones. Así es como describo mi experiencia en Filipinas, como un tiempo de escucha, discernimiento, confrontación y transformación.


En el noviciado tenemos la oportunidad de guardar silencio, hacer oración y contemplar; esto con el propósito de escuchar la voz de Dios resonando en mi interior y así poder discernir lo que Él quiere para mí.

En la misma línea, el silencio y el discernimiento confrontan mi persona pero me llevan también a transformar esos aspectos que no me ayudan a crecer en la fe, el amor y el servicio a los demás.


Algunos de los retos que encontré fueron el idioma, la comida y la cultura. Esto requirió de mucho esfuerzo para aprender a comunicarme y aceptar las diferencias entre la cultura asiática y la cultura mexicana.

Por otra parte descubrí la riqueza que hay en la diversidad. Viví con hermanos de la República Democrática del Congo, Nigeria, Corea del Sur, India y Filipinas, y esta situación me ayudó a entender y vivir esas palabras de nuestra regla de vida que dicen: ''Nos aceptamos diferentes porque Aquel que nos une es más fuerte que aquello que nos separa'' (RV 8).

Al final, me di cuenta de que esto fue solo el principio de un proceso de formación que dura toda la vida. Ahora que estoy de regreso en mi país me siento sumamente agradecido con Dios y con la Asunción por la oportunidad de descubrir nuevas cosas y acrecentar mi íntima comunicación con Dios para estar al servicio del Reino.


Rafael Huerta Ramos, a.a.

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